En esta entrada vamos a dar una visión de las mujeres que se adentraron en la segunda enseñanza durante el primer franquismo. Así pues... ¿qué concepto e imagen creéis que se pretendía construir de la mujer española? ¿quiénes son y cómo encajarán las mujeres que iban a estudiar bachillerato?, pero sobre todo, ¿era real la presión para que fueran esposas y madres en exclusividad?
Como ya sabemos, el concepto e imagen que se quería construir no tenía nada que ver con el de independencia y autonomía, sino precisamente lo contrario, el de sumisión y dependencia del varón, y, sobre todo, el de reproductora de hijos, imprescindibles en un país recién salido de una guerra civil donde al millón de muertos, había que sumarle la cifra del medio millón de exiliados, presos, represaliados...
Dentro de este ambiente, los principios básicos de la educación de las mujeres de los años 40 se resumen en la frase <<hacer a la mujer muy mujer, para que sea apoyo del varón, alma de la familia, sostén de la sociedad>>. Por ello, con que supiera leer y escribir, las cuatro reglas y la doctrina cristiana era bastante e incluso en muchas ocasiones no era ni siquiera imprescindible, pues se podría encargar la madre, tía o abuela de enseñarle lo "realmente" necesario, como el cocinar, coser, llevar la casa y ocuparse de los niños y del marido.
Así pues, una señal evidente de que el nuevo bachillerato no estaba pensado para las chicas es la no inclusión de materias específicas para ellas en el primer momento, a lo que dieron solución desde las instancias oficiales configurando la Orden del 16 de octubre de 1941, sobre el régimen interno de los Institutos de Segunda Enseñanza. Con ella se marcó la división entre el bachillerato femenino y masculino, y, se postula que para los institutos masculinos se organizaran talleres de carpintería, encuadernación, trabajos agrícolas, cultivos de granjas, etc.; mientras que para los femeninos se disponía que las jóvenes se formen en las disciplinas del hogar, es decir, en labores, confección de ropas, bordados, puericultura y artes domésticas.
Estas enseñanzas del hogar se daban en siete cursos en los que se estructura el bachillerato, reduciéndose a seis a partir de la Orden del 2 de julio de 1950, siendo obligatorios de cursar y aprobar para obtener el título de bachiller. Además, destaca la uniformidad de contenido y metodologías con que se desarrollaban estas enseñanzas, ya que las profesoras eran formadas y elegidas por la Sección Femenina, en el centro de formación de instructoras, y, también se ocupaban de la elaboración y publicación de los libros de texto que estudiaban las alumnas, con lo que pretendían la interiorización de la imagen de mujer que el régimen había previsto. Por supuesto, es obvio que los chicos y chicas recibían las clases en espacios y/o tiempos separados.
Será en los años cuarenta cuando se comience a publicar un buen número de manuales de formación exclusivamente femeninos. Lo que más llama la atención de ellos es, que la mayoría de los autores que escriben para las mujeres son hombres, sobre todo religiosos, pero también médicos, filósofos, pedagogos..., y, en contadas ocasiones lo hacen las mujeres, que, además, suelen estar de acuerdo con lo escrito por los varones. Desde estas publicaciones también se lanzaban consignas de lo que convenía o no a la educación femenina. De modo que aunque el acceso a la educación media o superior no estaba prohibido, sí que se obstaculizó al máximo, asociándolo a las mujeres republicanas y ridiculizando a sus beneficiarias.
Como consecuencia de la promulgación de la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 23 de febrero de 1953 se divide el bachillerato en elemental y superior. Dicha ley, pone su énfasis en la separación de sexos. Asimismo, se consolida la feminización de la secundaria con la obligación de materias como Escuela de Hogar en todos los cursos.
A día de hoy, podemos ver que los cambios en la vida de las mujeres fueron más tardíos y profundos que los experimentados por los varones, llevados a cabo principalmente por un proceso lento de socialización ejercida, sobre todo, en las familias, por las realidades económicas familiares y del propio régimen. Asimismo, recalco la importancia de la educación, pues fue una de las herramientas fundamentales de los logros del régimen y del cambio de mentalidad con relación a los diversos ámbitos de la vida de las mujeres.
Dentro de este ambiente, los principios básicos de la educación de las mujeres de los años 40 se resumen en la frase <<hacer a la mujer muy mujer, para que sea apoyo del varón, alma de la familia, sostén de la sociedad>>. Por ello, con que supiera leer y escribir, las cuatro reglas y la doctrina cristiana era bastante e incluso en muchas ocasiones no era ni siquiera imprescindible, pues se podría encargar la madre, tía o abuela de enseñarle lo "realmente" necesario, como el cocinar, coser, llevar la casa y ocuparse de los niños y del marido.
Así pues, una señal evidente de que el nuevo bachillerato no estaba pensado para las chicas es la no inclusión de materias específicas para ellas en el primer momento, a lo que dieron solución desde las instancias oficiales configurando la Orden del 16 de octubre de 1941, sobre el régimen interno de los Institutos de Segunda Enseñanza. Con ella se marcó la división entre el bachillerato femenino y masculino, y, se postula que para los institutos masculinos se organizaran talleres de carpintería, encuadernación, trabajos agrícolas, cultivos de granjas, etc.; mientras que para los femeninos se disponía que las jóvenes se formen en las disciplinas del hogar, es decir, en labores, confección de ropas, bordados, puericultura y artes domésticas.
Estas enseñanzas del hogar se daban en siete cursos en los que se estructura el bachillerato, reduciéndose a seis a partir de la Orden del 2 de julio de 1950, siendo obligatorios de cursar y aprobar para obtener el título de bachiller. Además, destaca la uniformidad de contenido y metodologías con que se desarrollaban estas enseñanzas, ya que las profesoras eran formadas y elegidas por la Sección Femenina, en el centro de formación de instructoras, y, también se ocupaban de la elaboración y publicación de los libros de texto que estudiaban las alumnas, con lo que pretendían la interiorización de la imagen de mujer que el régimen había previsto. Por supuesto, es obvio que los chicos y chicas recibían las clases en espacios y/o tiempos separados.
Será en los años cuarenta cuando se comience a publicar un buen número de manuales de formación exclusivamente femeninos. Lo que más llama la atención de ellos es, que la mayoría de los autores que escriben para las mujeres son hombres, sobre todo religiosos, pero también médicos, filósofos, pedagogos..., y, en contadas ocasiones lo hacen las mujeres, que, además, suelen estar de acuerdo con lo escrito por los varones. Desde estas publicaciones también se lanzaban consignas de lo que convenía o no a la educación femenina. De modo que aunque el acceso a la educación media o superior no estaba prohibido, sí que se obstaculizó al máximo, asociándolo a las mujeres republicanas y ridiculizando a sus beneficiarias.
Como consecuencia de la promulgación de la Ley de Ordenación de la Enseñanza Media de 23 de febrero de 1953 se divide el bachillerato en elemental y superior. Dicha ley, pone su énfasis en la separación de sexos. Asimismo, se consolida la feminización de la secundaria con la obligación de materias como Escuela de Hogar en todos los cursos.
A día de hoy, podemos ver que los cambios en la vida de las mujeres fueron más tardíos y profundos que los experimentados por los varones, llevados a cabo principalmente por un proceso lento de socialización ejercida, sobre todo, en las familias, por las realidades económicas familiares y del propio régimen. Asimismo, recalco la importancia de la educación, pues fue una de las herramientas fundamentales de los logros del régimen y del cambio de mentalidad con relación a los diversos ámbitos de la vida de las mujeres.
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